Silencio selvático


Cuando ingresé a la Universidad del Zulia, a los dieciséis años, aproximadamente. Practicaba excursionismo y mis dos primeras excursiones fueron a la Sierra de Perijá, estado Zulia, Venezuela. La segunda y última fue a Ayapaina.  En la selva pluvial perijanera, por primera y única vez, experimenté un silencio indescriptible y sobrecogedor. Quizás con la excepción de aquella ocasión en la que pernocté en la Cueva de Toromo, por tres días seguidos y, donde escuché el latido de mi corazón, por primera vez, e inmerso en una oscuridad abrumadora. Uno pierde la noción del tiempo y solo el estridente chillido de los murciélagos, me avisaba de la salida y puesta solares. Regresando a mi relato, yo era parte de un grupo de excursionistas y caminaba en fila india y abriéndome paso por el "laberinto verde", como una “vieira con doscientos ojos”, observando cada grieta, tronco, rama, liana, roca, podredumbre y el suelo; para evitar ser atacado por una víbora, escorpión, araña o algún otro animal venenoso que podría estar oculto. Por otro lado, yo estaba absorto por el calor, la humedad, olores intensos, el azote de las ramas y hojas y, el "paisaje sonoro", ensordecedor y emitido por una miríada de insectos y aves. Cuando, súbitamente, escuché el silencio... sientes que hasta el tiempo se detiene, tu pulso se detiene, te quedas inmóvil… escuchando y escrutando tu entorno, por un tiempo que parece eterno, pero que realmente es breve. No escuchas ni siquiera el sonido provocado por una hoja al caer al suelo. ¡Nada! Solo el silencio… todos nos quedamos inmóviles, como estatuas. Luego, el “paisaje sonoro” volvió a dominar la escena. Gradualmente, el sonido selvático y ensordecedor regresó y proseguimos nuestra marcha. Esto lo experimenté en la Sierra de Perijá y en ningún otro lugar.

Alvaro Carrasquel

Crédito: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Tres_tetas_desde_Ayapaina.jpg

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